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lunes, 28 de noviembre de 2016

Relato: Yo soy tú, tú eres yo



Yo soy tú, tú eres yo


Anoche soñé que desperté en un cuerpo diferente al mío.
Mis manos eran esbeltas. Toqué mi pecho y los dedos subían una montaña hasta sentir dos pezones. Incluso, hasta la forma de estimular, era diferente. De círculos pasaba a triángulos y a números afectivos por toda mi unidad biológica. Intacta, completa, hambrienta, deseosa. Así me sentía.

Cuando me vestía, el roce del tejido se prolongaba más de lo acostumbrado. El espejo me abrazaba y me hacía sentir hermosa al moldear mi cuerpo. Al salir, el olor de la calle podía distinguir entre el aroma de la panadería de al lado, y el del regaliz que venia del colegio, desde dos manzanas más abajo. Autónoma y emprendedora... y llegó el desenlace.
Me desperté al lado de otra mujer y le dije: Seria buena idea que todos pudiéramos vivir unos días en el cuerpo del sexo contrario para valorarnos y comprendernos mejor. Ella me miró, asintió con una sonrisa y me
abrazó. Entonces, percibí el por qué.

@ Las Crónicas de Ava

martes, 13 de mayo de 2014

Relato: Traspaso de conciencias entre dos mundos



Traspaso de conciencias entre dos mundos

A secuencias controladas del sistema binario 10101010 se introducen los nanobots por la retina de mis ojos. Es la fase inicial del proceso de conversión para adaptar al cuerpo a los viajes trans dimensionales. Desde que descubrieron "El Reflejo" debido a la descomposición material de las Islas de las Bermudas y se confirmo la entrada y conexión existente con el otro lado, nada volvió a ser igual. Ni en este mundo, ni en el otro. La entrada por el túnel dimensional  que conectaba a ambas realidades solo era posible a través de la coordinación de los nanoides con el otro sujeto del otro lado que iba a ser transportado a nuestro mundo. Era un 1 x 1 por decirlo así, una conciencia temporal por otra, y el equilibrio de los mundos no iba a ser puesto en peligro. Cerré los ojos, entre en la capsula, y al iniciarse el lanzamiento mi cuerpo comenzó a sentir los efectos del traspaso, así denominaban los científicos a este proceso.

No sentía mis piernas, ni mi cuerpo, tenia la sensación de ser liquido de pensamientos en un entorno intermedio entre ambos mundos.  Al materializarse mi conciencia sentí que volví a tener cuerpo, pero no el mismo, mi conciencia y capacidad personal se habían materializado en el cuerpo huésped de aquella conciencia que ahora controlaba mi cuerpo dejado en el otro lado. Era la única forma posible de estar en ese mundo.

@ Las Crónicas de Ava

sábado, 11 de enero de 2014

Video Relato y Retransmision en Radio Piano Bar del relato "El Cliente"

Tuve el honor de que Radio Piano Bar retransmitiera mi relato "El Cliente" y crearan un video-relato con tal fin. Gracias a Radio Piano Bar por esa alegria que me dieron.
Ava









El cliente

El nunca decía nada.
Entraba por la habitación, me miraba,
con ojos que brillaban como carbón de sol platino,
y me entregaba un sobre.

Su lista para hoy,
sus particularidades tan suyas,
realmente suyas, que nunca había conocido antes en un hombre.
Yo estaba acostumbrada a todo,
a insultos, a borrachos, a hombres que por tener rabo se creían los dueños con llave,
pero realmente no eran nada,
vegetaban en la vida como pobres infelices en una historia que no los iba a recordar.

Yo nunca le pregunte porque no hablaba,
solo al principio el me hizo un gesto con un dedo en su boca
y con el bolígrafo en su mano escribía en su libreta:
“Jamas me preguntes porque no hablo. Es mi decisión. Solo te pido que cumplas
mis deseos que te entregare en un sobre
cada vez que vengo a verte,
cada vez que deposito mi cuerpo sobre el tuyo,
cada vez que cierro los ojos para navegar lejos”.

Se quito la chaqueta, los zapatos, ordenado hoy,
otras las dejaba en cualquier parte,
nunca sabia que lado suyo me iba a encontrar hoy.
Acto seguido se recostó sobre la cama
y adopto una posición fetal.
Me acerque a el. Con la posición inversa
para encajar en su moldura.
Le miraba la cara, y mis dedos recorrían lentamente
sus cejas, el contorno de los ojos,
cerrados.
Mi mano hoy era pluma, asi me lo pedia,
deseaba que escribiera ciertas palabras en su rostro,
en su cuerpo, y cada vez que terminaba por
escribir una, se la susurraba al oído.
En algunas palabras se le escapaba una leve sonrisa,
su rostro al fin y al cabo no era un enigma tan impenetrable
como aparentaba.
Hoy me dejaba jugar con las palabras,
las podía elegir yo.

Se que era mi trabajo, era mi decisión vivir así,
pero cada vez que el venia me costaba trabajo
mantener separado los sentimientos personales
con los de mi oficio, el más antiguo según decían,
pero pienso que la magia y los brujos y brujas debieron existir mucho antes.
Sentía un nexo muy especial con ese hombre,
a veces dudaba si llamarlo así,
¿o era un ángel caído que deseaba volver al cielo?

Olvidaba decir que cada carta que me entregaba
llevaba un título, como si fuera una vela con cera de palabras
que se iban consumiendo a medida que iba haciendo
y el se dejaba.
En ocasiones, le sentía triste,
como si el deseara que mis  caricias le hicieran olvidar
lo que le llevaba atormentando por dentro.

Cuando terminábamos,
el siempre se mostraba cariñoso,
no abusivo, ni pesado como algunos acostumbraban,
pero si siempre con algún gesto o detalle hacia mí,
como queriéndome decir que le importaba mucho
que estuviera con el.
Yo también era humana, y mucho,
y ese constante goteo de presencia y miradas que iba dejando
sobre mi,
no me dejaban insensible,
en cierta forma lo quería,
en cierta forma lo que hacíamos era mucho más lo que
se escondía tras un intercambio de servicios.

Y se iba, hoy me abrazaba, así se despedía,
otras un regalo,
otras solo me miraba,
y sabía que ese medio ángel, medio hombre
iba a volver, siempre hacia mí.

jueves, 9 de enero de 2014

Relato: Encuentro en clave de soltura


Encuentro en clave de soltura 
Llevábamos y
a muchos meses que nos veíamos en diferentes lugares. Nuestras circunstancias no eran sencillas. Ambos lo sabíamos. Pero también teníamos claro lo importante que éramos el uno para el otro en nuestras vidas.
Cuando nos veíamos en alguna cafetería discreta nos sentábamos juntos pegados, sentíamos el roce de nuestras piernas. Hablábamos tanto, otras simplemente nos aguantábamos la mano, acariciando y deseando que las dos horas que teníamos pasaran lentamente. Me contabas tus cosas de casa, tus preocupaciones, yo mis logros, mis pequeñas locuras, y tus contra locuras nunca faltaban.
Un día, no se bien como iniciamos, se te cayo un poco de café en tu barbilla. Yo pille una servilleta,
me acerque y empecé a limpiarte, tu me dejabas, me mirabas, y al mirarme y yo a ti también, surgió el acercamiento de besarte. Tu venias, yo venia, y ese fue nuestro primer beso.
Las semanas posteriores fueron aumentando los besos, a veces en el coche, otras en un parque desconocido ausente de gente.
Un día decidimos ir a mi casa. Estábamos cansados de buscar lugares discretos lejos de miradas, lejos de águilas.

Era un día lluvioso, día de perros. Como siempre el reloj era imparable, teníamos nuestro tiempo común. Nos quitamos las b
otas y nos dejamos caer sobre la cama. Cogimos una manta y nos acucuramos para darnos calor. Tu nariz estaba fría, mis manos también. Juntos entrabamos en calor. A medida que sentía el calor, también me iba subiendo  la excitación. Te olía, ya habíamos pasado de las caricias faciales a besarnos. Estábamos tan a gusto que ojala eso durara días sin levantarnos de allí.

Nuestra  ropa empezó a resultarnos agobiante. Nos desvestimos lentamente uno al otro.  Tu jersey mimaba mis manos. Mi pecho se descubrió ante ti. Tú cogiste tus manos y empezaste a acariciarlo, así suave, y como una gata jugabas con mi bello del pecho. Acto seguido empezaste a besar mi pecho, mis pezones, yo sentí tu cabeza debajo de la mía. Te acariciaba el cuello y tu cabeza con mis manos. Agache un poco mi cabeza para empezar a susurrarte mi lengua en tu oído, sentí que te gustaba. 
Nuestras  cabezas se volvieron a encontrar en altura. Veía por primera vez tus pechos, poderosos,
los arrimabas contra mi pecho, mientras en la parte inferior nuestras piernas jugaban a enlazarse, rozarse, a presionarse. Cada presión de pierna y muslos era como un breve pre-orgasmo que recorría nuestros cuerpos.

Sentía tu aumento de respiración. Te pedí que te apoyaras con tu espalda en el respaldo de la cama. Te posicionaste, y abriste tus muslos para dar entrada a mi boca que deseaba besarte y succionarte tu sexo  candente y mojado. Con una mano tuya me dirigías, te tocabas. Con otra mano subías tu pecho a tu boca y no hacías más que lamer tu pezón con tu boca para volverme loco de tentación. Tus labios pintados destacaban. Mientras 

Mi miembro iba cogiendo forma, tieso. Me pedias con ojos estrella que viniera. Que entrara en ti. Mientras te entraba  con tacto lento y otros más rápidos, tú me presionabas con tus muslos piernas mi cuerpo hacia ti. Para que la presión aumentara a través de tu empuje con tus muslos. Las vibraciones pre-paradisiacas aumentaban. Por ratos sacaba mi miembro, y utilizaba mis dedos mientras tu boca lamia mi colorado punto herviente. Lo comías con devoción. Con saliva y ruido, ese ruido del placer que no para.



Más adelante me estire con boca hacia arriba. Quería que te montaras sobre mi. Viendo tu cara, tus senos y mientras lo hacíamos nos mirábamos y nos empujábamos con palabras excitantes cada vez más fuertes , más deseadas. Éramos signos de fuego, esto era evidente. No estábamos en un campo de margaritas sino en el mismísimo rio de lava del infierno.

De vez en cuando tomábamos nuestro tiempo, para volver a las caricias y los besos, eran presentes durante toda nuestra entrega. Estábamos enamorados, solo así se explica la forma que teníamos de quedarnos clavados con nuestras miradas.

Nos vendamos mutuamente los ojos. Lo habíamos hablado hace tanto y lo hicimos. Era tan tierno, tan eróticamente puro que no requeríamos de ojos para tocarnos, para saber a dónde íbamos. Tu me apretabas el miembro y lo masajeabas. Yo te mordía el cuello, y te pasaba la lengua una y otra vez. Pequeños mordiscos que parecían gustarte.

Nuestro encuentro….. 

@Ava

martes, 10 de diciembre de 2013

Relato: El Cliente



El Cliente

El nunca decía nada.
Entraba por la habitación, me miraba,
con ojos que brillaban como carbón de sol platino,
y me entregaba un sobre.

Su lista para hoy,
sus particularidades tan suyas,
realmente suyas, que nunca había conocido antes en un hombre.
Yo estaba acostumbrada a todo,
a insultos, a borrachos, a hombres que por tener rabo se creían los dueños con llave,
pero realmente no eran nada,
vegetaban en la vida como pobres infelices en una historia que no los iba a recordar.

Yo nunca le pregunte porque no hablaba,
solo al principio el me hizo un gesto con un dedo en su boca
y con el bolígrafo en su mano escribía en su libreta:
“Jamas me preguntes porque no hablo. Es mi decisión. Solo te pido que cumplas
mis deseos que te entregare en un sobre
cada vez que vengo a verte,
cada vez que deposito mi cuerpo sobre el tuyo,
cada vez que cierro los ojos para navegar lejos”.

Se quito la chaqueta, los zapatos, ordenado hoy,
otras las dejaba en cualquier parte,
nunca sabia que lado suyo me iba a encontrar hoy.
Acto seguido se recostó sobre la cama
y adopto una posición fetal.
Me acerque a el. Con la posición inversa
para encajar en su moldura.
Le miraba la cara, y mis dedos recorrían lentamente
sus cejas, el contorno de los ojos,
cerrados.
Mi mano hoy era pluma, asi me lo pedia,
deseaba que escribiera ciertas palabras en su rostro,
en su cuerpo, y cada vez que terminaba por
escribir una, se la susurraba al oído.
En algunas palabras se le escapaba una leve sonrisa,
su rostro al fin y al cabo no era un enigma tan impenetrable
como aparentaba.
Hoy me dejaba jugar con las palabras,
las podía elegir yo.

Se que era mi trabajo, era mi decisión vivir así,
pero cada vez que el venia me costaba trabajo
mantener separado los sentimientos personales
con los de mi oficio, el más antiguo según decía,
pero pienso que la magia y los brujos y brujas debieron existir mucho antes.
Sentía un nexo muy especial con ese hombre,
a veces dudaba si llamarlo así,
¿o era un ángel caído que deseaba volver al cielo?

Olvidaba decir que cada carta que me entregaba
llevaba un título, como si fuera una vela con cera de palabras
que se iban consumiendo a medida que iba haciendo
y el se dejaba.
En ocasiones, le sentía triste,
como si el deseara que mis  caricias le hicieran olvidar
lo que le llevaba atormentando por dentro.

Cuando terminábamos,
el siempre se mostraba cariñoso,
no abusivo, ni pesado como algunos acostumbraban,
pero si siempre con algún gesto o detalle hacia mí,
como queriéndome decir que le importaba mucho
que estuviera con el.
Yo también era humana, y mucho,
y ese constante goteo de presencia y miradas que iba dejando
sobre mi,
no me dejaban insensible,
en cierta forma lo quería,
en cierta forma lo que hacíamos era mucho más lo que
se escondía tras un intercambio de servicios.

Y se iba, hoy me abrazaba, así se despedía,
otras un regalo,
otras solo me miraba,
y sabía que ese medio ángel, medio hombre
iba a volver, siempre hacia mí.

@Ava


jueves, 14 de noviembre de 2013

Relato: El Probador



El Probador

A ambos nos gustaba el riesgo calculado, el riesgo asumible que nos pedía de vez en cuando nuestra adrenalina y nuestro deseo de nuevas situaciones y impresiones.
Decidimos llevar nuestro “rendezvous” al centro comercial más grande de la ciudad, Al entrar nos dirigíamos a la amplia sección de ropa. Días antes ella me había comentado de acudir a la tienda
y que eligiera una prenda para ella, la que más me gustara, la que más me atraía. Me conocía bien, sabía que era muy dado a  esos juegos de seducción, de improvisación que nos hacia parecer conquistadores de la sensación.

Como dos almas bohemias con sonido underground nos metimos en la pasarela de las blusas, faldas y vestidos femeninos de concepto elegante. Ella sonreía, mis ojos brillaban, y mis manos acariciaban la tela de una blusa satén de color tierra. “Que suavidad”, le decía. Sin mediar más palabras, elegí esa prenda y nos acercamos al probador. Sentía su olor, y ella mis ganas de ser chico travieso. Entramos en el probador, con espejo, y un banco, nuestro banco. Cortina cerrada,
respiración suelta, la ceremonia del desnudo. Al sacar su jersey estaba detrás de ella, su espalda se movía, en silueta liberada, y mis manos la marcaban, recorrían sus limitaciones, sus centralidades, y con palabras de barro audible mi lengua era la serpiente que en su oído recogía las manzanas para morder.
Lentamente el satén cubría su cuerpo, la suavidad de un olor a estrenar. A paso de bolero del suyo se abotonaba en silencio, y su cuerpo un cello para ser tocado.
El espejo nos aportaba el voyerismo de varios lados, el de nuestros ojos, de nuestros dedos.
Los pasos de fuera elevaban nuestros latidos, y como sombras empezamos a rastrear, a fluir, a apretar el fondo de nuestros lagos que deseaban ser llenados.
Territorio 15, 20 o 30 minutos. Lo que fuera, éramos piratas, sin la vergüenza puritana, sin necesidad de un porque, lo que contaba era el Si, el mio y el suyo.


@Ava

martes, 15 de octubre de 2013

Relato: Aviones de papel, barcos de papel

Aviones de papel, barcos de papel

Cada mañana realizaba el mismo ritual, Desmontaba la torre de sillas para colocarlas una por una en la terraza del Bar-Restaurante. Semana santa estaba a punto de caer, y la vida ajena de otros lugares empezaba a llegar a este trozo de pueblo perdido en las costas del Atlántico. La gente del pueblo parecía despertar de su largo sueño invernal, como si hicieran el mínimo desgaste para echarlo todo en estos meses primaverales – veraniegos.
Mi jefe me llamaba siempre cariñosamente “ola rubia”, porque según su observación a la gente que que acudía al restaurante le gustaba mi forman rápida y natural de atenderles. Apenas se lo discutía, ya bastante tenía con no perder mi hilo positivo de afrontar este trabajo. No era lo que yo había soñado al dejar los estudios, pero me daba para existir, para mi hija y para salir adelante dignamente. El divorcio hace apenas un año me dejo exhausta de tanta pelea, de asumir que entre el y yo ya no había más relación que el bienestar de una niña de 13 años.

Hace días me había fijado en un hombre, con barba canosa, quizás llegaba a los 50, no lo juraría, pero tampoco lo descartaba. Lo veía acercándose cada día a las nueve de la mañana a la playa. El quitaba sus zapatos, caminaba descalzo hacia la orilla y una roca que había al lado. Se sentaba y pude reconocer como sacaba una libreta y empezaba a escribir. El restaurante estaba justo al lado de la playa, por lo que el hombre pasaba cada mañana cerca del mismo. Mientras limpiaba y fregaba la terraza mis pensamientos estaban en decenas de asuntos, pero mi curiosidad fue creciendo cada dia, ¿Qué escribía aquel hombre? Ni lo conocía, tal vez un recién llegado, un refugiado de los acosos de la sociedad competitiva y acosadora.

Cuando el hombre acababa de escribir, vi que sacaba la hoja y empezaba a doblarla, en formas, en utensilios viajeros. Un día parecía un avión, y lo vi lanzarlo con decisión al mar. Otro dia le vi colocar algo en lo que me parecía un barco de papel. Y dejaba que se fuera. Cuando el hombre finalizaba su ritual emprendía el mismo camino de regreso, Pasaba muy cerca de la terraza, y se perdía en el camino que llevaba a una urbanización costera. Nunca paraba, su cara decidida a no revelar, sin facciones de emociones, solo la mecánica del desplazamiento corporal, del adelante a alguna parte.

Los días se sucedieron, y puntual a las 9 llegaba el, pies en arena y a escribir, a dejar, y a regresar. No puedo explicarlo, pero mi sensación de incertidumbre y aprecio por este hombre iba creciendo, iba haciéndose duda que no podría aguantar mucho más tiempo. Un día decidí limpiar a las afueras del restaurante, con la intención de cruzarme con el, quería hablarle, era curiosa, lo sabia, pero no era una curiosidad chafardera, más bien una necesidad creciente de hablar con el, conocer sus motivos, algo. Tenia la escoba en la mano cuando lo vi venir, me gire hacia el y le dije –Buenos Días - El se paro algo sorprendido y respondió – Hola que tal, buenos días -
Yo sin más dilatación le explique que llevaba tiempo observando su ritual, la forma como escribía, y su partida, le decía que me había impactado vivir esas repeticiones cada mañana. Me atreví a preguntarle sus motivos, que escribía. A lo cual el me respondió, - sentémonos por favor, y tráeme un café, y te hablare, me hará bien soltar peso, palabras –

- Suba por favor – le indique. – Ahora se lo traigo -. Y en unos minutos regrese, con café, lo servi y me senté en su mesa. Al rato de echar un buen trago, el respiro y empezó a hablar:
- Mira, yo vengo cada mañana a la playa por una promesa, por un sentimiento de “Echar de menos” a una persona que fue todo en mi vida. Pero no la pude retener, la muerte se la llevo, de repente, de la noche a la mañana, pero eso si, antes de irse me dijo que por favor la recordara cada mañana con algún verso, con algún pensamiento que saliera de mi corazón, de la vida que tuvimos durante tanto tiempo. Haz eso y yo te sentiré en el lugar que este. Hazme llegar de algúna forma tus emociones, tu amor, tu todo, hazlo volar, hazlo navegar, y yo estare esperando la llegada de tus barco de papel, de tus aviones de papel. Y al decir eso, ella se fue, apretando mi mano, el apretón último. Desde entonces estuve en el caos, en la ciudad anónima, hundido, pero un buen dia me levante y me dije voy a hacerle llegar mi vida, decirle que siempre la voy a amar, que viviré con dignidad. Y desde entonces cada mañana escribo algunos pensamientos, algunos versos, sobre papel, y se lo hago llegar a ella, volando, navegando, y se que llegan –
Al escuchar sus palabras yo no pude reprimir mis aguas y comencé a llorar en silencio. En un impulso sentido le di un fuerte abrazo y sentí que el correspondió y me abrazo también. Le note un fuerte suspiro, un fuerte alivio. Y de sus palabras salió un: - Gracias, necesitaba una amiga -

@Ava

jueves, 3 de octubre de 2013

Relato: Los globos que se llevaron deseos al cielo


Los globos que se llevaron deseos al  cielo


Como de costumbre entraba en la sala, con pensamientos en lo que iba  a hacer,  con ráfagas
de recuerdos de lo que hice ayer. Al entrar las cosas eran diferentes. Veía algunos globos inflados,
y en una mesa muchas cuerdas. Cada cuerda llevaba un papel atado, y al mirar y acercarme observe que eran deseos. Deseos de todos los internos, usuarios y trabajadores que acudían al centro. Era el 2 de Octubre, Día Internacional de la Parálisis Cerebral.

Deje mi mochila en una silla y empecé a leer todos los deseos que iban atados a las cuerdas. Había toda clase de deseos, tan simples, pero a la vez tan vitales:
- Quiero Caminar, - Me gustaría encontrar el amor. – Deseo volar – Quiero que me den un beso de verdad – Que me suban el sueldo – Quisiera tener nuevas piernas – Deseo que mis padres no lloren más – Quiero ser independiente -  Quiero tener amigos.

Leía y los ojos se me hacían agua, no lloraba, pero si tenía el alma en un puño, esos deseos, esos sueños, y todos iban a ser atados a globos,  iban a elevarse al cielo, estar más cerca del divino.
Iba a acudir el alcalde, y así sucedió. Se iba a pronunciar un discurso, y así sucedió… y las manos que sujetaban los globos los dejaban libres, y volaban, y subían, y cada vez más alto hasta que el celeste se los trago y guardo los deseos. Me parecio importante recordar.

@Ava