jueves, 14 de noviembre de 2013

Relato: El Probador



El Probador

A ambos nos gustaba el riesgo calculado, el riesgo asumible que nos pedía de vez en cuando nuestra adrenalina y nuestro deseo de nuevas situaciones y impresiones.
Decidimos llevar nuestro “rendezvous” al centro comercial más grande de la ciudad, Al entrar nos dirigíamos a la amplia sección de ropa. Días antes ella me había comentado de acudir a la tienda
y que eligiera una prenda para ella, la que más me gustara, la que más me atraía. Me conocía bien, sabía que era muy dado a  esos juegos de seducción, de improvisación que nos hacia parecer conquistadores de la sensación.

Como dos almas bohemias con sonido underground nos metimos en la pasarela de las blusas, faldas y vestidos femeninos de concepto elegante. Ella sonreía, mis ojos brillaban, y mis manos acariciaban la tela de una blusa satén de color tierra. “Que suavidad”, le decía. Sin mediar más palabras, elegí esa prenda y nos acercamos al probador. Sentía su olor, y ella mis ganas de ser chico travieso. Entramos en el probador, con espejo, y un banco, nuestro banco. Cortina cerrada,
respiración suelta, la ceremonia del desnudo. Al sacar su jersey estaba detrás de ella, su espalda se movía, en silueta liberada, y mis manos la marcaban, recorrían sus limitaciones, sus centralidades, y con palabras de barro audible mi lengua era la serpiente que en su oído recogía las manzanas para morder.
Lentamente el satén cubría su cuerpo, la suavidad de un olor a estrenar. A paso de bolero del suyo se abotonaba en silencio, y su cuerpo un cello para ser tocado.
El espejo nos aportaba el voyerismo de varios lados, el de nuestros ojos, de nuestros dedos.
Los pasos de fuera elevaban nuestros latidos, y como sombras empezamos a rastrear, a fluir, a apretar el fondo de nuestros lagos que deseaban ser llenados.
Territorio 15, 20 o 30 minutos. Lo que fuera, éramos piratas, sin la vergüenza puritana, sin necesidad de un porque, lo que contaba era el Si, el mio y el suyo.


@Ava

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